Para ello tanto el hombre como la mujer a través de los tiempos han contado con un gran número de recursos cosméticos, para resaltar los atributos personales que quisieran destacar.
Desde tiempos remotos las mujeres han contado con ese aliado principal, siendo el tornasol uno de los productos registrados en los anales de la cosmetología.
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Todos los productos cosméticos de la antigüedad eran extraídos de los reinos animal y vegetal y fue de éste último que el tornasol nació, más precisamente de un musgo llamado orchilla.
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En la actualidad los productos utilizados en cosmética son mayormente industrializados y tienen una gran relevancia económica en los países que son sus principales productores, como Francia, Suiza, Alemania y los EEUU.
A los efectos técnicos y legales, el Reglamento Europeo nº 1223/2009, entre otros conceptos, define como producto cosmético a “ aquella sustancia o mezcla destinada a ser puesta en contacto con las partes superficiales del cuerpo humano (epidermis, sistema piloso y capilar,uñas, labios y órganos genitales externos) o con los dientes y las mucosas bucales, con el fin exclusivo o principal de limpiarlos, perfumarlos, modificar su aspecto, protegerlos, mantenerlos en buen estado o corregir los olores corporales”.
Por lo tanto, aunque no lo tengamos en cuenta a la hora de comprar algún producto de higiene personal como los geles o jabones de ducha, las cremas enjuague, los desodorantes o perfumes, lo que estamos realmente comprando es: cosméticos.
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